La Biblia dice que “el que quiera entrar en el reino de los cielos sea como un niño”; eso implica ser sencillos en todo y creer que recibiremos lo que nos ofrecen, así tal y como nuestros hijos creen fielmente en las promesas que les hacemos (aunque aquí entre nos a veces no cumplamos) y es que si ya de por si esta vida es complicada, nosotros, los adultos nos hemos encargado de añadirle algunos toques de incredulidad, desesperanza, malicia, intolerancia, ah y además una detestable rigidez en todo lo que hacemos; lo cierto es que hemos dejado de disfrutar y divertirnos mientras vivimos.
Porqué argumentamos que debemos ser realistas y como todo lo que concierne a este mundo es dificil de sobrellevar, pues no nos queda otra que hacernos de tripas corazón, poner cara de resignación y enfrentar los duros embates de la vida para después emplear el dinero que tanto trabajo y dolores de cabeza nos costó ganar en psicoanalistas y en todas las especialidades médicas existentes porque la azaña de vivir como lo hacemos ha dejado serios estragos en nuestra persona.
Y si alguien nos hubiera dicho cuando niños que al crecer tendríamos que pasar por todo esto, hubieramos preferido quedarnos enanos, pero como eso es imposible lo que tenemos que recordar y poner manos a la obra es en rescatar al niño interior que ahora cuando somos adultos debemos conservar, no importa la edad que tengamos intentemos ser como los niños quienes poseen esa capacidad mágica de dejar en suspenso sus problemas y simplemente dejarse ir, darse a sí mismos permiso para ser libres, y para entregarse totalmente a sus juegos; gracias a eso tienen la capacidad de saber vivir y ¡vivir bien!.
La mayoría de los adultos nos vemos obligados a sospechar que hemos perdido ya esa capacidad, y quizá creemos que, sólo por ser adultos, no podemos recuperarla nunca. Los niños no tienen problemas para saber pasarla bien Y para hacer que resulten divertidas hasta las peores situaciones.
Sería bueno que empezáramos a emplear esa honestidad natural de los niños y aceptemos que necesitamos resolver nuestros problemas desde una óptica más simple, con menos complicaciones.
Seamos más optimistas, rescatemos esa capacidad de soñar; los adultos creemos que los niños no toman en serio la vida porque ríen muchas más veces que nosotros. Los niños tienen sus propias preocupaciones, sin embargo ese don maravilloso que ellos tienen para encontrar la solución de manera sencilla es lo que les permite ser felices y continuar saltando, riendo y disfrutando de todo lo que la vida les ofrece.
Seguramente usted sabe que la tierra está suspendida en el universo y gira sobre su propio eje desde hace millones de años, entonces ¿porqué la quiere cargar?, ¿porqué quiere ir caminando con el mundo a cuestas?; ahora que si insiste en lo mismo, hágalo a la manera de los niños y échese una cascarita con sus amigos, después tírese a descansar en el césped y aprenda a disfrutar del aire, los sonidos, de la luz, en fin, sea como ese adulto que es capaz de trabajar responsablemente pero que también sabe cuando y como divertirse sin ningún remordimiento, porque esa clase de personas son las más felices y las que mejor funcionan en todo, porque no olvidan que pueden ser dichosos y responsables a la vez.
Sería maravilloso que todos podamos despertar a ese niño interior que tenemos. El niño de la alegría, de la carcajada espontánea. Ese niño que no está muerto, sólo está dormido y que necesita que nosotros hagamos algo para que su sueño no sea un sueño eterno.
Si queremos disfrutar de la vida empecemos ya a ser como niños. Por lo menos yo, hoy quiero comenzar.
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